23 nov 2008

La chica del gas

Siempre le hablaba. Pero ella sólo contestaba lo
necesario para no parecer antipática. Le preguntaba y le
preguntaba. “Sí”, “no”, respondía. Mariana era la chica más bella
de las chicas del mundo. Siempre la veía allí, cuando iba a pagar
el gas, los 15 de cada mes. Ella sólo me decía lo que tenía que
pagar. Nada más. Supe su nombre por que el cartel que colgaba
de su pecho izquierdo me lo indicaba. Mariana no estaba con
nadie. Mariana no hablaba con nadie.
El 15 de Agosto pagué una cuenta más de gas, y vi, una vez más,
a Mariana. Su rostro no era el mismo. Aquella mañana ella fue la
que empezó a hablarme. Salí tan contento que hubiese deseado
pagar las cuentas de gas de todo el mundo. Pero tenía que esperar
dos meses, por una nueva cuenta.
Allí estaba, el 15 de Octubre. Y volvimos a hablar. Y me empezó
a contar. “Mi vida es un fiasco” me dijo casi lagrimeando. Me
decía que estaba sola y deprimida. Yo sentía tantas ganas de
abrazarla, que no me importaba romper el grueso vidrio que nos
separaba.
En nuestros sucesivos encuentros me reiteraba la depresión que la
acongojaba. Pero yo no sentía su amigo, sólo era uno de tantos
que iba a pagar el gas.
El 15 de Abril fui de vuelta a pagar el gas, y a ver a Mariana. Pero estaba todo cerrado y un grupo de empleados que lloraban cerca de la puerta. No vi a Mariana. Me acerque a una señora y le pregunté que sucedía. “La chica esta Mariana, tan joven, que tristeza”. Ese día llovía mucho y yo sentía cada gota de lluvia como una palabra de Mariana, que me decía lo deprimida que
estaba.