27 sept 2008

Sumule

La reunión estaba pautada para las seis. La gente parecía llegar tarde y Lucio Parada, el dueño de casa, ya estaba impaciente.
El primero en llegar fue el abogado Carlos Parada, primo de el ya nombrado, Lucio. Sergio Sandoval, el reconocido literato llegó cerca de las seis y cuarto. El último en hacerlo fue Darío Burckman, un personaje muy particular, y el único de los invitados que llegó realmente tarde.
Se sentaron en la mesa, o mejor dicho en las sillas. La mesa ya estaba perfectamente dispuesta. Una tetera antigua, cuatro tasas (con sus respectivos platos debajo), una azucarera y una panera que contenía una variedad de galletas caseras.
Luego de pedirles que se sienten, Lucio se dirigió a sus invitados de la siguiente manera:
- Por favor, hablemos de algo.
Los tres invitados se quedaron callados, hasta que al fin Carlos Parada (sintió algo de obligación ya que era el invitado más conocido por Lucio) dijo:
- ¿Es cierto Sergio que su nuevo libro llevará el nombre de su primer hijo?
- Claro - respondió el escritor, al tiempo que bebía su primer sorvo de té.
- Lo que demuestra que usted es una persona dedicada a sus hijos - exclamó sin conocimiento de causa, Lucio Parada.
- Evidentemente - agregó Darío Burckman, que pidió a Lucio que le alcanze la panera.
Luego de esta charla, siguieron conversaciones banales acerca de la profesión de cada uno de los invitados. Como nadie sabía a que dedicaba su vida Darío Burckman, Lucio Parada tomó valor y se lo preguntó.
- Sabía que llegaría este momento y espero que no se sientan de algún modo, ofendidos. Yo trafico africanos.
Los tres se quedaron completamente inmóviles. Sin decir palabra alguna.
- Claro, fijensé bien la diferencia; Lucio Parada es ingeniero en petróleo si no me equivoco, es decir, que su trabajo consiste en estudiar la forma de que los países tercermundistas se empobrezcan más de lo que hoy lo están; Carlos Parada es abogado, y con decir eso ya basta, por algo tienen tan variados apodos; por el lado de Sergio Sandoval es escritor. Nosotros creemos que es bueno, pero no, saben que no. Este señor es el punto máximo de la prostitución intelectual, pero yo no lo critíco, es su trabajo; por eso pediré que no critiquen el mío.
Luego de un silencio de varios segundos Lucio tomó la palabra:
- No por favor señor Burckman. No vinímos aquí para criticarnos, solamente a pasar un momento agradable. Además, yo no estoy en desacuerdo con el tráfico de personas, de hecho, tengo un somalí aquí en casa.
Todos esperaron para reírse. Cuando el mismo Darío Burckman lo hiso, todos lo acompañaron. Luego todos empezaron a hacer chistes sobre la extraña profesión del señor Burckman, chistes que, el traficante festejaba.
Cuando terminaron su té, el señor Sandoval se paró para juntar las tasas. Pero fue interrumpido por Lucio Parada que le aseguró que un enano somalí vendría a retirarlas.
- Además me encanta la sobremesa - dijo Lucio Parada.
Todos reíron mucho con este chiste. Y a partir de allí el tiempo pasó junto con chistes que se referían al supuesto enano somalí que tenía el señor Parada.
Pasados quince minutos Lucio Parada retiró de su saco una diminuta campanita que hiso sonar dos veces. Darío Burckman rió a carcajadas y dijo, entre risas:
- Tiene usted señor Parada un excelente sentido del humor es realmente brillante.
Pero Lucio no rió. Al contrario frunció su entrecejo, hiso sonar su campanita dos veces más.
- Siempre tarda este Sumule.
La puerta que daba a la cocina se abrió. Un enano salió de allí y en un castellano defectuoso pidió disculpas por la tardanza. Todos se quedaron atónitos. Más aún, Darío Burckman, que reconoció a aquel somalí.