26 dic 2007

Odontóloga Ferreira

Los doce turnos que tuve con ella fueron los mejores de toda mi vida. Se llamaba Viviana Ferreira y era odontóloga. Yo le decía doctora.
Me atendió tres lunes, cinco martes, tres miércoles y un jueves. Nunca un viernes. Quiero decir, siempre intente sacar un turno para los viernes. No sabía como se sentía pasar un viernes con ella.
Lo triste de todo esto, es que fue mi propia señora la que me la recomendó. Perdón, ahora es mi ex señora.
- Conozco una dentista que es divina - me dijo el 14 de Abril. Recuerdo porque ese fue el primer día que pedí que ella me atendiera. Me atendió un 28 de Abril.
- Moroz Fabio - dijo a las 15:47 de ese 28.
No recuerdo si fue porque dijo mal mi apellido u otra cosa. Pero lo cierto es que pude pararme 20 segundos después de que me llamó por primera vez.
No pretendo escribir aquí una especie de relato del día por día que fui a verla, a atenderme. Creo que eso es menos importante que contar lo que sucedió luego. Cinco meses después de esa primera vez.
Creo que allí agarré la costumbre de divertirme en una sala de espera. Nunca me agradó leer chimentos. Nunca vi otro rubro de revistas en un lugar como eso. Sin embargo allí me encantaba
Tartamudeaba al hablar con ella. No podía hacerlo, dudaba de todas mis respuestas. Eso lograba, intimidarme.
- Lo lo que pasa, es que eh.... - así hablaba. Parecía retardado.
Creo que fue el 18 de Julio que ella notó que algo raro yo tenía. El décimo turno.
Después de tres meses seguidos de ir a su consultorio, y con mi dentadura ya en un estado nunca antes visto por mí en mis 47 años. Perfecta creo que estaba.
Le pedí que me atendiera una vez más. Ella me dijo:
- Es que no hay nada que hacer ya Fabio - me contestó. Fue la primera vez que la escuché decir algo que me parecía cruel. Creo que se trató de la persona más buena y dulce que alguien pudo llegar a conocer.
- Bueno yo yo voy a, a.. saco el turno - le dije, y me fui casi corriendo.
Sin duda se sorprendió cuando me llamó aquel día. Yo me paré de inmediato y le besé la mejilla. Casi que la arrastré hasta su consultorio.
- ¿Cómo estás? - le pregunté.
- Bien ¿Y vos? - me respondió. Ella es buena y dulce.
- Yo bien la verdad, sabés que me agarró un dolor terrible de muela.
- Ah bueno, recostate - me pidió. Repito, ella es dulce y buena.
Le aclaré cual era la muela. Ella sabía que yo mentía. Había aprendido a descifrar lo que me decían sus gestos.
- Sabés que no pasa nada. Quizá te haya pedacito de comida. Y se te salió cuando venías para
acá - me trató de explicar. Ahora yo descubrí que ella mentía. Pero lo hacia para que juntos no pasemos un momento desagradable.
- Ah. Mirá que cosa - dije, en una mala actuación de sorpresa - me voy entonces, si me vuelve a agarrar sacó un turno.
Su cara se puso pálida. No podía creer la obsesión de la persona que tenía en frente.
El 12 de Septiembre ocurrieron dos desgracias. Dos rupturas.
La primera con mi odontóloga. A las 16:18.
Cuando llegué al consultorio alguien estaba estacionado en frente en una camioneta 5 estrellas. Estoy seguro que era el marido.
- La muela - detallé de modo mal disimulado.
- Por favor no vengas más - respondió. Fue letal. No podía siquiera enojarme con ella. Otra vez, ella es buena y dulce.
Me fui casi llorando de allí. Sabía que sucedería. Pero las cosas tristes que uno sabe que son inevitables, cuando ocurren son igualmente dolorosas.
A las 20.04 sucedió la segunda desgracia. Me separé de mi esposa. Pero decidí contarla segunda porque no la creo muy importante. Es más, creo que eso realmente no me afectó.

19 dic 2007

"La vida de un gato"

"La vida de un gato" (Capítulo uno)
Empieza en la calle. Allí se encuentra, sólo. Por sus grandes aptitudes (e independientemente de su tamaño) puede escalar grandes arboles.
Una vez en el árbol, empieza a llorar. Mucha gente, confunde el llanto de un gato con el de un niño. Llora, llora y llora, hasta que algún alma (puede ser que le tenga amor a los animales, o simplemente le guste molestar a la gente) lo baje de ahí, y lo lleve para su casa, o en defecto a la de un amigo.
Si es en la casa de uno mismo, inmediatamente alimentará y cuidará al gato para siempre, a no ser que este decida irse a otro lugar (vale recordar que en gran parte, la frase "el perro es el mejor amigo del hombre" está armada en base a la conducta historicamente traicionera de los gatos).
El problema empieza, cuando ese gato es llevado hasta la casa de un amigo. Allí aparecen dos opciones. Una que el amigo una vez que se vaya del hogar de su amigo, se lleve el gato para su casa, o lo tire, camino a ésta. La otra opción. es que el gato quede en el primer hogar al cual fue llevado, es decir la casa de un amigo.

"La vida de un gato"(Capítulo dos)
Una vez que el gato, está en una casa que no conoce, a la cual fue traido por una persona que no conoce, y por circustancias que también desconoce empieza el problema.
El gato obviamente se encuentra fuera de la casa. Allí repite el ritual que ya ha aprendido. Si llora, será recogido por alguien.
Comienza el llanto. Puede estar derramando esos pequeñisimos e incómodos sonidos por horas. Pero no. Alguien generalmente dice, "que bonito", o se cansa de escuchar llantos toda la noche.
Otro problema puede ser que cuando el gato fue llevado a esa casa, allí haya un infante. Es decir, una persona que ama más que nadie los animales.
Aquí puede surgir otro inconveniente. El infante quiere el gato. Pero no vive en esa casa. Sólo está de paso.
Un dilema. Se complace al infante, alimentándo al gato, y quedándose el felino para siempre en esa casa, a no ser, que una vez más aparezca el lado traidor del animal, o se lleva al gato lo más léjos posible para que nunca más vuelva a esa casa. Y menos a llorar.

"La vida de un gato" (Capítulo tres)
Finalemnte, una decisión debe tomarse. En la mayoría de los casos, y por una sensación que probablemente es percibida en los seres humanos en muy pocos casos (es decir, el pedido del niño es casi realizado como el del gato, o sea, en forma de llanto), se complace al niño. En muy pocos casos, el gato es rechazado. En este caso el argumento con el que se refuta la idea del niño es "no tenemos plata para alimentarlo", o "es una responsabilidad un animal, y acá ya hay animales".
Si la decisión es tomada por el lado negativo, el gato se marcha, y nadie vuelve a saber de él. A no ser el infante, que día a día, y durante su estadía en la casa se queja frente a los mayores, por su actitud egoísta. En ese caso, el escrito terminaría aquí.
Si el gato se queda, sigo escribiendo. Esa es mí idea.
Al prinicipio, el gato se aleja. Es decir, tiene miedo. Habrá que esperar unos días para que éste se sienta confiado.
Generalmente los generadores de confianza son la comida y mimos. El niño es el que mayormente mima al gato. Adora estar con él. Hasta le pone un nombre (utilizaré uno de una experiencia personal "Hanah).

"La vida de un gato" (Capítulo final)
Sin embargo, algo puede que suceda.
Una vez que el niño se encariñó aunque sea un poco con el gato, este puede mostrar su conducta más cruel e inperdonable. La traición.
Pero éste felino actúa cuando nadie lo ve. De noche. Allí decide irse sólo, sin que nadie lo escuche.
Una vez que el infante se despierta empieza el "drama". El gato no está. Es simple, no aparece.
Dos posibilidades.
Que el infante empieza a lanzar puteadas contra todos los animales, humanos y toda la cúpula de la Iglesia Católica. O la otra opción, y la de salida más tranquila, que el infante sólo piense en el gato como un traidor, y que empieza solamente a putear contra el animal.
En éste caso una lección le quedará de ejemplo. Nunca más en su vida tendrá, ni tocará un gato, ni siquiera si lo ve en un árbol, y decide llevarlo a la casa de un amigo.

7 dic 2007

"Es lo que hay" (O "no hay)

Tu cara hoy está hablando sin la ayuda de tu boca. Querés verme léjos.
No imaginás pasar un día más conmigo. Te parece imposible.
Lo ves como una odisea.
Está bien que sea así. Correcto es tu partida.
Mi corazón la sufrirá conmigo. Pero al fin y al cabo.
¿Quién soy yo para atarte?
¿Quién puedo llegar a ser para obligarte a permanecer sentada junto a mí?
Una respuesta común a ambas preguntas. Nadie.
Prefiero que vayas a elegir un camino felíz. Antes que quedarte conmigo y la tristeza.
Simplemente me mata la idea.
-Es lo que hay - dijo un amigo que no me acuerdo, un día que tampoco recuerdo.
Hoy creo que ni siquiera "hay".
Solamente "no hay".
¿Pero, qué "no hay"?
-Absolutamente nada - dijo un borracho sentado en el fondo del bar.
En el momento de terminar esta especie de declaración, me gustaría buscarte.
Pero no lo haré. Lloraré hasta que mis ojos me lo permitan.
-Pero es que ya estamos cansados - me dijeron ellos hoy, antes que caiga la primera lágrima.

2 dic 2007

La séptima vez

La séptima vez que Paula le dijo "te quiero" fue la que hiso dudar a Ariel. Cuando las dos estúpidas palabras salieron de la boca de Paula, Ariel sintió que ella mentía. Que no era sincera.
A partir de esa séptima vez, él la miró con otros ojos y dibujo su inteligente plan. Matarla.
Es que si había algo que en la familia de Ariel Martines se castigaba con dureza era la mentira. La hipocresía.
Ariel era un obsesivo de la vida. Cada vez que se encontraba con Paula, grababa las conversaciones. Llevaba un diminuto grabador bajo el buzo.
Escuchó una y otra vez esas palabras que declararon la venganza. Él las escuchó falsas.
Pasó dos días enteros tratando de convencerse que podían ser ciertas. Pero no. El tono que ella había usado, le hacía suponer a él que ella había dicho esa frase típica de las parejas, más para decir algo que porque sus sentimientos la impulsaban.
Y no importó que las anteriores seis veces le hubiesen sonado contundentes. Con una sola vez era suficiente.
La invito a Paula a su casa. No le habló en una hora y media.
Cuando notó que Paula estaba decidida a irse, le pidió que se siente. Sacó el grabador que tenía debajo de su buzo. Y reprodució doce veces esa particular séptima vez.
- Me estás asustando - le dijo ella mientras su voz se enblandecía.
- ¿Porqué me lo dijiste? - le respondió mientras iba a la cocina a buscar el cuchillo.
- No te entiendo...
Ariel, sumamente tranquilo, fue a la cocina, sacó el cuchillo y fue para donde estaba Paula.
Ella llorando se tiró al piso.
Más sereno aún, él fue, y clavo el cuchillo sobre ella. Murió casi en el acto.
Pero no fue cobarde.
Se auto-denunció. Confesó. Pero no quiso abogado.
Estaba convencido, de que la mentira no se perdona.

26 nov 2007

El ánimo

Entiendo a este concepto como la dirección que toma todo. De él depende absolutamente cualquier acción o no acción.
Si está bien, nos lo transfiere. Está deprimido y lo sentimos profundamente.
Maneja el sistema en su conjunto.
Y cuando golpea...hace escribir una serie de porquerías, como la que voy a dejar de escribir en este preciso instante.

24 nov 2007

Cuento Sillonario

Al mismo tiempo que el maldito cáncer carcomía a mi padre, una pregunta iba rondando en nuestra cabeza, ¿Qué pasaría con el sillón hamaca de papá? ¿Cuál de los tres hermanos se lo quedaría? No había ningún tipo de información que adelante a Jorge, ni a Rosana ni a mí.
Todos sabíamos que para la muerte de papá no faltaba mucho, éramos conscientes de eso. La enfermera que lo cuidaba era su mayor compañía. Yo iba casi todos los días a verlo, mientras que los otros dos, sólo a veces. Ese dato podría jugarme a favor cuando el sillón pasara a otras manos.
Esté sillón fue y es el preferido de los tres. Pasábamos horas hamacándonos ahí y ahora que sabíamos que tendría que tener otro dueño... todos lo queríamos heredar.
Todavía nadie había planteado la discusión, quizás, todos nos estuviéramos preparando para el momento. Sabíamos que en algún momento se tendría que dar. Jorge, creo yo, el más tonto de los tres podría argumentar que él era el mayor y que por eso el sillón debía tenerlo él. Su cabeza no daba para más que eso. Por el lado de Rosana, creo que ella era la menos interesada, pero con tal de no dejárselo ni a Jorge ni a mí, entraría en la disputa.
Ya casi ni me veía con ellos; nunca nos habíamos llevado bien. Siempre hubo discusiones entre Jorge y Rosana. Primero por juguetes, luego por dinero. Era insoportable escucharlos pelear.
Cada día que pasaba, y que papá se iba apagando, crecía mi sospecha de que Jorge pudiera ir a robar el sillón; siempre desconfié de él, desde el día en que me enteré, ocasionalmente, que se había acostado con mi ex novia. Nunca se lo dije; era estúpido hacerlo, ya que sabía que su conciencia lo sufría.
Un día, sin embargo, algo muy extraño sucedió. Laura, la enfermera de papá, me llamó para decirme que el sillón simplemente no estaba y que papá no sabía, por el hecho de que sólo estaba en su cama.
Me comuniqué urgente con mis hermanos.
Era simple. No había habido ruidos en la noche que despertaran a Laura. Ni la puerta, ni ninguna ventana, habían sido forzadas. Alguien, había ido a la casa de papá a la noche y había entrado; los únicos tres que teníamos llave de esa casa éramos nosotros. Alguno se había llevado el sillón.
La primera respuesta que dieron ambos fue que Laura se había llevado el sillón. ¿Para qué? ¿ Por qué iba a hacerlo? ¿Ella también lo deseaba? Me pregunté.
Decidimos no avisarle a la policía. Era estúpido hacerlo. El sillón sólo podía haber sido sacado de la casa por alguno de nosotros tres. O mejor dicho de nosotros cuatro.
Como yo era el que más visitaba a papá, era el indicado para hablar con Laura. Creo que me sentí mal cuando ella se quebró, yo sabía que ella no había sido, era demasiado buena y hasta ingenua para hacerlo. Yo tenía una confianza ciega en ella, además que sabía que cuidaba demasiado bien a papá.
Se lo comenté a los retrógrados y me dijeron que bueno, que echáramos a Laura, cosa a la que me opuse, no me parecía correcto hacerlo. A parte papá la adoraba.
Finalmente no lo hicimos.
Papá se fue, sin saber que el sillón no estaba donde siempre había estado.
El día del velorio fue demasiado triste, me parecía notar que Rosana y Jorge lloraban más por el sillón, que porque papá se había marchado.
Esa fue la última vez que los vi, hace exactamente 2 años, 8 meses y 23 días. Creo que la herida y la desconfianza fue más que cualquier momento que hayamos compartido.
Al fin y al cabo, la verdad, no me interesa verlos. Es más, creo que sería hasta hipócrita hacerlo.
Pero lo que más me molesta, es su inocencia. Son demasiado lentos, bobos. No sé porque me decidí a escribir esto, no me beneficia en nada. Pero ya lo he hecho, y quedará para siempre, quizás.
Por mi parte, me sigo hamacando, como cuando era chica, mientras me empiezo a para, para ir a encender el auto, que me llevará al cementerio, claro, a ver a papá.

22 nov 2007

Felicidad 2



Que ingenuo sos.
Te disfrazás detrás del antifaz, con un título grande que dice FELICIDAD.
Ponete la mano en ese corazón de chatarra y sé honesto, ¿Es verdadero ese cartelito?
No, chico. Frená el carro y pará el motor.
Sí. Esperá. Bajá y hablemos.
¿Vos creés en ese antifaz?
Mirá yo te voy a explicar una cosa.
Aunque vos te lo dejes puesto, yo sé que no es cierto. Lo peor es que vos no sabés que no es verdad. Vos realmente estás siendo sincero.
Pensás que lo que arriba de tus ojos dice FELICIDAD, es porque realmente está ocurriendo.
- Es que es así - me dijiste ayer.
No no no. Tus ojos son demasiado pequeños. No ven más allá de tus cejas.
Sacate los anteojos primero.
¿Sabés que sos vos?
Un pelotudo.
- Pero, ¿Porqué? - me preguntaste.
- Porque sí - respondí.
Nunca llorás, nunca te lamentás, nunca reflexionás, nunca nada de nada.
¿Qué te puedo decir más que sos un pelotudo?
Yo, prefiero irme a llorar, lamentarme por la vida mediocre y reflexionar sobre que mierda hago.
Sí. Como escuchaste.
El problema, ¿Entendiste cúal es?
- No - dijiste agachando la cabeza.
Es que cuando dejémos de hablar, vos vas a irte a tomar una limonada.
- Es que la vida es hermosa - me gritaste cuando me iba

17 nov 2007

Virginidad Amorosa

Lo único que lamentaba Don Leopoldo a sus 78 años era eso, no haber hecho nunca el amor.
No es que nunca se había acostado con una mujer. Tenía dos hijos. Pero ellos no eran resultado de un exaservado amor, ni nada que se le parezca.
Son esas noches en las que uno sale por un rato de su cabeza, y al otro día recién se dá cuenta.
Y aunque él ese secreto no lo compartía con nadie, todos lo sospechaban.
En su mirada se hacía notar.
Y ahora como estaba, tirado en una cama, ese profundo dolor que sentía Don Leopoldo se reflejaba más.
Sus dos hijos, Julio y Rosario, lo sabían. Igual que todos los que rodeaban a Don Leopoldo.
Hasta Laura, la enfermera con la que estaba todo el día se ya lo había notado.
Un día, no recuerdo si Jueves o Miércoles, se lo preguntó de forma algo sútil.
- Que raro que no vengan a verlo mujeres a usted Don Leopoldo. ¿Nadie lo ama como para venir a verlo? - preguntó Laura.
- No nena. Te voy a confesar algo. Yo no amo. Como mucho quiero - le dijo al tiempo que empezaba a toser.
Don Leopoldo, sin embargo, sentía que a Laura ya la apreciaba.
Se puede llegar a amar a un enemigo si se está todo el día con él.
Y Laura, cuanto menos quería, más se encariñaba con ese viejo renegón.
Don Leopoldo tardó en morirse. Eso por lo menos, fue lo que me dijo Laura.
Estubo exactamente nueve meses en su cama esperando irse del mundo. Nueve meses tirado.
A pesar de eso, vivió esos nueve meses más intensamente que el resto de su vida.
Porque allí, en esa cama, empezó a sentir lo que nunca había sentido.
Tirado como estaba, podía moverse. Hablaba con Laura horas y horas.
Se hablaban, se escuchaban, se reían, se querían.
Todos los remedios que Laura daba a Don Leopoldo, estaban anexados por ese sentimiento que Laura también empezó a encontrar.
Pasaron nueve meses mirándose. Sin tocarse. Sin besarse.
Una vez sola lo hicieron. Se tocaron. Se amaron.
Don Leopoldo empezó a notar que por primera vez en sus 78 años, estaba haciendo el amor.
Fue tan, tan grande la sensación de felicidad que sintió en ese momento, que colapso de alegría. Lamentablemente ese colapso se transformó en el infarto que se lo llevó del mundo.
Pero Laura, hoy me lo aseguró.
- Se fue contento, porque pudo por fin, hacer el amor.

11 nov 2007

Testarudamente

74 veces me dijiste "no", 48 "tal vez" y 3 "sí".
A pesar de que sabía lo que tus sentimientos pensaban, yo insistía, no aceptaba la idea de perder tu compañía.
Jamás contestabas el teléfono. No querías hacerlo. Conseguiste ese puto agujero en la puerta, para revisar si yo era efectivamente el que la golpeaba. Claro, tampoco querías atender.
Pero la resignación no es una de mis cualidades. Mi cerebro no llegaba a admitir realmente la situación. Creo que eso me sucedía porque todo el tiempo de mi vida recordé esas 3 veces que me dijiste que sí.
2 fueron porque estabas demasiado sola, y no estabas acostumbrada a eso. Vos tampoco aceptás los escenarios que tenés en frente de tus ojos. La vez restante, no llegué a entender realmente si me afirmaste. Estabas tan borracha que no podía llegar a entender ninguna de tus palabras.
Pero allí ariesgue, e intenté besarte. Lo conseguí. Por eso es que hoy interpreto que fue un sí.
Cuando de tu boca sale el "tal vez", vuelvo a preguntarte el día siguiente. No sé controlar la ansiedad. La respuesta habitualmente es un "no".
Nunca estuviste a mi lado. Pero mi imaginación va más rápido que yo. Y hoy, cree que es imposible vivir distante.
Ayer volviste a decirme que no. La vez número 74. Cada vez que hay un "sí", me hacés suponer en que nunca más volvera la época del "no".
Pero yo no me resigno nunca. Y dejaré de escribir esto, porque iré a buscar el teléfono para llamarte.

9 nov 2007

Adióz verano infame

No puedo decirlas con total exactitud. Pero lo único que se es que fueron muchas las cosas extrañas que me sucedieron.
Sin embargo, hay una que siempre cuento, que me parece ser la más rara de todas. Sucedió hace mucho, no recuerdo tampoco hace cuanto (dado que a partir de ese suceso, mi memoria empezó a trasponerse).
Pero no me gusta generar suspenso, ni nada que se le parezca. Quiero contar, una vez más, eso que me ocurrió, hace como ya aclaré, no se cuanto tiempo.
Todo empezó una mañana y terminó a la misma noche.
Desperté cerca del mediodía. Pero durante los primeros 50 minutos, creí y anhelé estar soñando.
Me dí cuenta de que no era un sueño, de que estaba despierto, que estaba viendo lo real, y lo peor, que eso no podía cambiar ya.
Mi casa era distinta cuando me había acostado. El aire era otro. Creo que hasta las cosas estaban desordenadas. No pude encontrar nada en su lugar.
La gente que amaneció conmigo el día anterior no estaba. Se habían ido. Me pareció haber escuchado que me lo advertían, pero yo, no quise escucharlos, no quise creerles.
A pesar de que busqué por toda la casa, no logré encontrarlos. Revisé rincón por rincón. Pero ellos ya no estaban. Salí al patio. Pero allí me esperaba como siempre, el sauce. Mi perro no supo responderme si los había visto salir.
A cambio de ellos, había un solo hombre. Extraño, distante. Traté de identificarlo, pero no pude hacerlo, era demasiado raro. Me parecía que nunca lo había visto en mi vida. Aunque sabía que eso era mentira.
Cerca de la tarde, un clima de tristeza me empezó a invadir. Nadie de los que yo quería que estén allí en mi casa estaban. El calor del verano era mi única compañía.
Creo que se tornó más triste aún, a la noche, cuando empecé a preparar mi comida.
Me dí cuenta que no iba a tener el mismo sabor que la de la noche anterior, porque no iba a compartirla con la gente que yo deseaba hacerlo.
Terminé de comer, me lavé los dientes, y fui para el piso de arriba, a dormir.
Allí, cuando reposé mi cabeza sobre mi almohada, me dí cuenta de que todo el día había estado angustiado, de que no ya no iba a ser lo mismo, de que la gente que alguna vez había estado, ya no estaba, y que nunca regresarían.
Me costó dormir, no podía hacerlo. Quería programar mi sueño. Sí, quería soñar, por ultima vez aunque sea, con todo lo hermoso y toda la bondad que había reinado en esa casa.
Porque sabía que ellos, la gente que hoy había faltado, mañana, lo volvería a hacer.

7 nov 2007

"No me importa lo que pienses, no andes mal" (del otro lado del río)



Si una lágrima empieza a rodar sobre tu mejilla,
mís ojos no podrán retener el dolor.
Si tu rostro realiza un gesto de tristeza,
el mío no podrá sonreír.
Si tus labios no me muestran su entereza,
los míos se vuelven vulnerables.
Cuando tu alma se desnuda, y me demuestra su tristeza,
la mía no sabe como mantenerse en pie.
No puedo verte mal,
sòlo sucede eso.
No puedo saber que estás deprimida,
porque mi cuerpo entero empieza a decaer.
Y si tu cuerpo muere por la angustia,
el mío no podrá resistirlo,
y reposará para siempre, al lado del tuyo.

6 nov 2007

Felicidad

Me rasco la cabeza, a ver si de allí puede salir la respuesta a todo.
Pienso, pienso y pienso.
Pero todos mis esfuerzos son en vano, la respuesta a mi gran interrogante no está.
Busco en mi pasado algún momento felíz. Encuentro varios, pero me parecen insuficientes.
Algún sector de mi cerebro empieza a recordar los tristes: Muertes, Traiciones, Dolor, y otros sufrimientos parecidos son revisados.
Me parecen demasiados. Tantos que no puedo dejar de pensar en ellos.
Al instante, miro al lado.
No hay nada.
No encuentro absolutamente nada. Veo cosas. Todas vacías.
Son solo formas, figuras.
Pero en ninguna encuentro aquello que tenga valor real para responder mi pregunta.
Creo que lo único en lo que veo el verdadero sentido es en el afecto.
Pero ¿De quién?
Tampoco encuentro la respuesta a esta tonta pregunta.

¿Tan vacío puede ser todo esto?

5 nov 2007

To.... (she knows)

La observo...ella no
De repente, una mirada suya se clava en mis ojos...me intimída..no me cautiva
Porque no la puedo mirar a los ojos
Su sonrisa...es atrapante...
Eso si puedo ver...
Su boca suave, sus labios sublimes..
Su bella figura, que parace haber sido realizada por algun perfeccionista
Hasta su gesto de soberbia me parece admirable...
Me hace suponer que es de humildad
Pero aún, sin poder observar sus pequeños y celestes ojos...

4 nov 2007

Eterna timidez

La vi cuando ya no me miraba. Se estaba yendo cuando junté todas mis fuerzas para hablarle. Pero no lo hice. Soy tímido.
Cuando la vi de vuelta sabía que era mi oportunidad. Pero no la aproveché. No hay nada que pueda hacerse. Soy tímido
Siempre viajó conmigo. Al lado. Siempre se bajaba en el mismo lugar donde yo lo hacía. Pero yo nunca le hablé. Soy tímido
Hacia exactamente cuatro años que se sentaba al lado mío. Siempre quedaban asientos vacíos. Pero ella elegía a mi lado. Pero yo, soy timido.
Supe su nombre. No porque se lo haya preguntado. Sino porque un amigo me lo dijo. Yo no se lo puedo preguntar. Soy tímido
Un día estaba dispuesto a hablarle. Lo juro. Pero ella no se sentó al lado mío. Ni en el colectivo tampoco. No se sentó. Esta vez no le pude echar la culpa a mi timidez.
Al otro día cuando me levanté compré el diario. Fui a esa sección en la cual los familiares recuerdan a los que ya se han ido. Su nombre estaba allí. Nunca le hablé, al fin y al cabo ya lo saben. No le hable, porque soy tímido.

3 nov 2007

Todo es nada

Cuando observás a todos tus alrededores y no encontrás una sola cosa útil para seguir.
Todo te parece extraño, lejano, como si realmente no supieras donde estás.
La gente te habla, pero vos no escuchás, solo te entran sonidos que se van por otro lado.
Visualizás cosas, pero no lo hacés realmente.
Tu mente se encuentra en una especie de Océano. Estás demasiado léjos de encontrarte. Frío.
Las sonrisas que se presentan son falsas. Abrazos fingidos.
Todo es raro. Lo blanco y puro, es oscuro.
De repente alguien te da una palmada en la espalda, al tiempo que te dice
- ¿Te pasa algo?
- Sí, todo.
Eso imaginás responder. Pero no sólo le decís
- No, todo bien. Gracias por preguntar.
Pero no pienses que mentiste. Solo ocultás.
Ocultás porque no tenés ánimo para contar.
No tenés ganas de nada.
Ni siquiera de estar parado.
Solo pensás. El peor de los remedios es pensar.
Pero lo hacés igual.
Por que pensar es lo único que te mantiene alejado de la gente. Aislado