24 nov 2007

Cuento Sillonario

Al mismo tiempo que el maldito cáncer carcomía a mi padre, una pregunta iba rondando en nuestra cabeza, ¿Qué pasaría con el sillón hamaca de papá? ¿Cuál de los tres hermanos se lo quedaría? No había ningún tipo de información que adelante a Jorge, ni a Rosana ni a mí.
Todos sabíamos que para la muerte de papá no faltaba mucho, éramos conscientes de eso. La enfermera que lo cuidaba era su mayor compañía. Yo iba casi todos los días a verlo, mientras que los otros dos, sólo a veces. Ese dato podría jugarme a favor cuando el sillón pasara a otras manos.
Esté sillón fue y es el preferido de los tres. Pasábamos horas hamacándonos ahí y ahora que sabíamos que tendría que tener otro dueño... todos lo queríamos heredar.
Todavía nadie había planteado la discusión, quizás, todos nos estuviéramos preparando para el momento. Sabíamos que en algún momento se tendría que dar. Jorge, creo yo, el más tonto de los tres podría argumentar que él era el mayor y que por eso el sillón debía tenerlo él. Su cabeza no daba para más que eso. Por el lado de Rosana, creo que ella era la menos interesada, pero con tal de no dejárselo ni a Jorge ni a mí, entraría en la disputa.
Ya casi ni me veía con ellos; nunca nos habíamos llevado bien. Siempre hubo discusiones entre Jorge y Rosana. Primero por juguetes, luego por dinero. Era insoportable escucharlos pelear.
Cada día que pasaba, y que papá se iba apagando, crecía mi sospecha de que Jorge pudiera ir a robar el sillón; siempre desconfié de él, desde el día en que me enteré, ocasionalmente, que se había acostado con mi ex novia. Nunca se lo dije; era estúpido hacerlo, ya que sabía que su conciencia lo sufría.
Un día, sin embargo, algo muy extraño sucedió. Laura, la enfermera de papá, me llamó para decirme que el sillón simplemente no estaba y que papá no sabía, por el hecho de que sólo estaba en su cama.
Me comuniqué urgente con mis hermanos.
Era simple. No había habido ruidos en la noche que despertaran a Laura. Ni la puerta, ni ninguna ventana, habían sido forzadas. Alguien, había ido a la casa de papá a la noche y había entrado; los únicos tres que teníamos llave de esa casa éramos nosotros. Alguno se había llevado el sillón.
La primera respuesta que dieron ambos fue que Laura se había llevado el sillón. ¿Para qué? ¿ Por qué iba a hacerlo? ¿Ella también lo deseaba? Me pregunté.
Decidimos no avisarle a la policía. Era estúpido hacerlo. El sillón sólo podía haber sido sacado de la casa por alguno de nosotros tres. O mejor dicho de nosotros cuatro.
Como yo era el que más visitaba a papá, era el indicado para hablar con Laura. Creo que me sentí mal cuando ella se quebró, yo sabía que ella no había sido, era demasiado buena y hasta ingenua para hacerlo. Yo tenía una confianza ciega en ella, además que sabía que cuidaba demasiado bien a papá.
Se lo comenté a los retrógrados y me dijeron que bueno, que echáramos a Laura, cosa a la que me opuse, no me parecía correcto hacerlo. A parte papá la adoraba.
Finalmente no lo hicimos.
Papá se fue, sin saber que el sillón no estaba donde siempre había estado.
El día del velorio fue demasiado triste, me parecía notar que Rosana y Jorge lloraban más por el sillón, que porque papá se había marchado.
Esa fue la última vez que los vi, hace exactamente 2 años, 8 meses y 23 días. Creo que la herida y la desconfianza fue más que cualquier momento que hayamos compartido.
Al fin y al cabo, la verdad, no me interesa verlos. Es más, creo que sería hasta hipócrita hacerlo.
Pero lo que más me molesta, es su inocencia. Son demasiado lentos, bobos. No sé porque me decidí a escribir esto, no me beneficia en nada. Pero ya lo he hecho, y quedará para siempre, quizás.
Por mi parte, me sigo hamacando, como cuando era chica, mientras me empiezo a para, para ir a encender el auto, que me llevará al cementerio, claro, a ver a papá.

2 comentarios:

estrellitas dijo...

¿Que le puedo decir señor demente? Realmente me fascina como todos sus escritos. Mis felicitaciones para usted!!!!

Saludos y besos.

P.D: todavia me debe una visita ¡eh!

Anónimo dijo...

me gustó mucho, la verdad que si.