17 nov 2007

Virginidad Amorosa

Lo único que lamentaba Don Leopoldo a sus 78 años era eso, no haber hecho nunca el amor.
No es que nunca se había acostado con una mujer. Tenía dos hijos. Pero ellos no eran resultado de un exaservado amor, ni nada que se le parezca.
Son esas noches en las que uno sale por un rato de su cabeza, y al otro día recién se dá cuenta.
Y aunque él ese secreto no lo compartía con nadie, todos lo sospechaban.
En su mirada se hacía notar.
Y ahora como estaba, tirado en una cama, ese profundo dolor que sentía Don Leopoldo se reflejaba más.
Sus dos hijos, Julio y Rosario, lo sabían. Igual que todos los que rodeaban a Don Leopoldo.
Hasta Laura, la enfermera con la que estaba todo el día se ya lo había notado.
Un día, no recuerdo si Jueves o Miércoles, se lo preguntó de forma algo sútil.
- Que raro que no vengan a verlo mujeres a usted Don Leopoldo. ¿Nadie lo ama como para venir a verlo? - preguntó Laura.
- No nena. Te voy a confesar algo. Yo no amo. Como mucho quiero - le dijo al tiempo que empezaba a toser.
Don Leopoldo, sin embargo, sentía que a Laura ya la apreciaba.
Se puede llegar a amar a un enemigo si se está todo el día con él.
Y Laura, cuanto menos quería, más se encariñaba con ese viejo renegón.
Don Leopoldo tardó en morirse. Eso por lo menos, fue lo que me dijo Laura.
Estubo exactamente nueve meses en su cama esperando irse del mundo. Nueve meses tirado.
A pesar de eso, vivió esos nueve meses más intensamente que el resto de su vida.
Porque allí, en esa cama, empezó a sentir lo que nunca había sentido.
Tirado como estaba, podía moverse. Hablaba con Laura horas y horas.
Se hablaban, se escuchaban, se reían, se querían.
Todos los remedios que Laura daba a Don Leopoldo, estaban anexados por ese sentimiento que Laura también empezó a encontrar.
Pasaron nueve meses mirándose. Sin tocarse. Sin besarse.
Una vez sola lo hicieron. Se tocaron. Se amaron.
Don Leopoldo empezó a notar que por primera vez en sus 78 años, estaba haciendo el amor.
Fue tan, tan grande la sensación de felicidad que sintió en ese momento, que colapso de alegría. Lamentablemente ese colapso se transformó en el infarto que se lo llevó del mundo.
Pero Laura, hoy me lo aseguró.
- Se fue contento, porque pudo por fin, hacer el amor.

4 comentarios:

cele dijo...

porque virginidad? no era virgen, pero si, bueno en un sentido sí, es verdad.
pobre hombre no? llegar a esa edad y no haber conocido al amor.
y bue, por lo menos no se murio sin conocerlo, mas vale tarde que nunca, aparte el amor es una virtud, es una gracias de pocos!
amar y ser amado... mmm q cosa dificil no?


besote!

cele dijo...

jaja quise poner GRACIA, NO GRACIAS! JAJA

Anónimo dijo...

Buena Sauce, alto relato! Lo que pasa es que parece que Don Leopoldo de repente rompía con el relativismo sentimental del hombre actual...

Muy bueno!

Abrazo

Jaramillion dijo...

Sacame de la duda, Sauceano... ¿cuántos grados de separación tenés con respecto a mi amigo personal Juan el Formoseño?

Qué sorpresa encontrar blog. Zoabra.