21 mar 2008

Un suicida que no fue suicida porque no lo dejaron

Cuando el tío dio el anuncio todos le creyeron de inmediato. El era el hombre más honesto de todo el pueblo. Y también era muy depresivo.
- Yo, José Ignacio Pandolfi, aseguro que el próximo día que llueva a la tarde, me voy a suicidar.
Eso fue exactamente lo que dijo el 15 de marzo en su programa de radio: "Gracias vida, pero no". Creo que fui el que menos se amargo en la familia. No porque no me ponía triste saber que mi tío pronto se marcharía, sino porque pensaba que una vez muerto, él sería realmente feliz. Eso no creo poder asegurarlo, pero al menos morirse, era su deseo máximo.
Lo primero que hacíamos en el día ni bien nos levantábamos era mirar el pronóstico del tiempo. Claro, para ver si llovía a la tarde. La más fanática era mi tía, es decir la esposa de José, que iba todos los días, antes de entrar a trabajar, al Servicio Meteorológico Nacional.
Cuando nos enterábamos que no llovía era un alivio. Más para mi familia que para mi. Lo cierto es que no llovió en cuatro meses. A la tarde. Hubo seis noches, contadas, que cayeron gotas. En esas noches, todos se apuraban en llamar a la casa de José para confirmar si se había suicidado o no.
- Si miraras para fuera te darías cuenta de que no estamos en la tarde - así respondía a cada llamado que le hacían cuando llovía de noche.
Ese tiempo el tío estaba enojado con la vida. No era para menos, pronto la iba a dejar. Trataba de pasar la mayor cantidad de tiempo posible con Azul. Su única hija, que tenía ya 17 años. Y era tan o más inteligente que el padre. Había asimilado de una manera tan madura la decisión que había tomado su padre. Sabía que era lo mejor para él.
Sólo hablabla con ella. Conmigo a veces. Sólo cuando yo se lo pedía.
Recuerdo que un día eran cerca de las 6 de la TARDE. Empezó a nublarse de pronto. Nubes para el Sur, Norte, Este y Oeste. Todos, obviamente, pensámos que había llegado el día. Mamá llamó al tío de inmediato.
- Que esté nublado no significa que esté lloviendo - le contestó, cuando ella le preguntó si estaba vivo. Esta pregunta la considera igual de estúpida a la que suele hacer el periodista a la mamá que ha perdido a su hijo (¿Cómo se siente?).
El tío tomába todo con mucha calma. No pensaba en su decisión. Él sabía que cuando lloviése ahí sería llevada a cabo la acción que lo sacaría de su sufrimiento. Sin embargo, no hiso falta que lloviera.
El 13 de julio, ni bien el día empezaba a ser día para todos, iba a su trabajo en su auto. No se sabe aún si fue una imprudencia (el era muy prudente), pero lo cierto es que cuando estacionó su auto, y empezó a caminar para la radio, un auto lo levantó un par de metros del suelo, y cayó con tanta mala suerte, que su cabeza dio en el cordón de la puta calle. Murió cerca del mediodía.
A mí no me contentó para nada. Al contrario, él no quería terminar así.
Al otro día, llovió fuerte en la tarde.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Señor Pedersen, que sorpresa es encontrarlo al pasar de blog en blog.. no he tenido tiempo de leer todos como me gustaria por lo atareada que me mantiene la facu (hoy Maquiavelo) pero lo poco que vi me gustó mucho y parece tener mucho potencial.
Un abrazo, lo veo a la tarde.

Anónimo dijo...

Una masa Sauce, como siempre.

Saludos,

Seba

Anónimo dijo...

mil, como siempre muy entretenido lo suyo