23 feb 2008

Ellos

La primera vez que se vieron ninguno de los dos sintió verdadera atracción por el otro. Quizá fue porque eran demasiado jóvenes, o porque realmente no se atraían. A los 7 años el sexo opuesto al de uno, suele ser nada más que algo intocable, inalcanzable, algo, que no se llega a imaginar.
Lo contrario sucede en la adolescencia. Allí, cuando las hormonas empiezan a trabajar, todo cambia. Y ese mismo cambio fue el que sintieron Lucía y David, cuando se cruzaron por segunda vez, a los 15 años. Su parentezco tan cercano, hiso que los dos trataran de mirar siempre para el otro lado. Ese segundo encuentro fue solo una anécdota. Para ellos, y para todos sus amigos. Es que tener un primo o prima linda suele ser una tortura para los adolescentes. Pero ellos creían que era un regalo del cielo. Se hablaban, poco, pero se hablaban. Se conocían con la angustiosa realidad, de que pasarían mucho tiempo sin verse.
Sin embargo no fue tanto. Solamente tres años. Ese encuentro fue el que quizá más sintieron. Fue la primera vez que realmente no pudieron dejar de mirarse, de hablarse. Tenían 18 años. Y se estaban enamorando. Los kilómetros que los separaban eran diminutos al lado de su gran obstáculo. Eran primos. Y esa pared no podía ser derribada. Sus familiares los molestaban con chites baratos sobre ellos. Ellos escuchaban. Y lloraban por dentro.
Pasaron cuatro años enteros el uno pensando en el otro. Sin hablarse, ni mirarse. Pero cada uno, construyendo la imagen del otro.
Hasta que un 30 de diciembre volvieron a verse. Fue un abrazo cálido, dulce. Pero ellos sabían que no habría más contacto que aquel. Esa idea era la cruel realidad. Hablaban y hablaban. Se terminaban de conocer, de investigar. El amor desde aquel encuentro fue agigantándose.
Y quizá fue ese amor, que ya era inmenso, el que hiso insignifante su parentezco. Les dejó de importar. Más que primos, eran amigos, y más que amigos, eran novios.
Pasaron tardes y noches enteras de amor. Tardes y noches que aún hoy recuerdan. Que son imposibles de olvidar.
Claro, que a pesar de todo el amor que ambos desparramaron, nunca olvidarán la tarde en que el tío de ella, y el padre de él los vió. Pero decidió callar. Pero como el les dijo.
- No todo es gratis en esta vida.
El precio fue no verse más. Y ellos lo aceptaron, llenos de dolor. Morían en su interior. Pero el exterior a veces lo es todo.
Ellos construyeron como pudieron sus vidas. Sí, con esposas y esposos, con hijos, pero les faltó algo más. El amor que una tarde de enero dejaron tirado para siempre.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

como se tira un papel de costado.pd:yo felicito a los padres por su accionar.

sauceano dijo...

mente retorcida....irrecuperable